Somos lo que amamos

María Fernanda Gutiérrez

Soy cuentacuentos.

La cocina llegó  a mi vida, junto con las ganas de contar cuentos… pronto supe que las dos cosas estaban allí, para poder contarle al mundo qué pasaba en aquel santuario, que si yo había comprendido aquello de esperar por un buen pastel, también era capaz de esperar por una buena historia. En algún momento los senderos se juntaron, los idiomas se igualaron, y era lo mismo amasar un pan que la escena de una partida, y salpimentar un lomo fue como poder separar la sal de las lagrimas de una princesa para que transmutaran en pequeños diamantes de amor.

Un día, contando y escribiendo cuentos aprendí a escuchar.

Y cuando escuché… ayyyy, cuando escuché.  No pude parar, hasta las piedras me hablaron, y muchos saben que es verdad.

Aprender a escuchar dista mucho de un acto biológico tan insípido como el oír… escuchar es volar, intuir, envenenarse con pociones, para despertar entre las sedas de un palacio en la India. Es ser una niña triste que sueña con zapatos rojos de baile o un niño que ha explorado mil veces los mares en un barco vikingo.

Con los cuentos aprendí a no conformarme… No te conformes…

Sólo hay que aprender a no deducir, pero si entregarse a la intuición,  a mezclar, a jugar… para que siempre los finales sean nuevos. Para que la pregunta sea siempre más importante que la respuesta.

Hay que encontrarse  en cada cuento, en cada relato que escuches o vivas; hacer segundas, terceras y centésimas lecturas para interpretar e interpretarse, y ojalá esto ayude a que la visión del mundo que nos rodea sea más amplia, más real… como realmente es. Con esa infinita cantidad de posibilidades que nos brinda el SER HUMANOS.  Ojalá te animes a descubrir cuánto más mágico es ser humano, que bruja o duende o hada encantada.

Los cuentos, la cocina, la vida, comparten cuatro elementos básicos: aire, fuego, agua y tierra.  En algunas ocasiones suele faltarnos alguna de estas maravillas, a veces más de una, y otras nos colmamos de excesos.  Así hay vidas-cuento que son desiertos sedientos de agua, con tierra seca, fogosa y quebradiza;  mientras que otros vida-cuento son lagos bastos y profundos dentro de densos bosques siempre nublados y desprovistos de sol… o vidas-cuento en las nubes, que jamás encuentran un puñado de tierra donde sembrar ese árbol que tanto anhelan. Todos los paisajes son propicios y maravillosos, tu sabes bien cuál es el tuyo…sólo cuando sientas que te apetece un árbol en tu nube, o un pez en tu desierto, o una flor en tu bosque oscuro…vuelve a releer tu cuento, para escuchar las verdaderas voces de los personajes.  Ellos siempre te darán la respuesta que aún no has podido escuchar, y te prestarán su cofre de herramientas, instrumentos y varitas mágicas para que aprendas a disfrutarlos, y  te será dada la posibilidad de modificar escenarios, diálogos, paisajes, vestuarios… y hasta ir en busca de otros mundos en viajes apetecibles que te regalarán esa vida-cuento que sólo tu serás capaz de construir.

Aspiro a que algún día el Universo sea un gran cuento de permisos sin prescripciones, donde nadie juzgue que es “lo conveniente”, “lo necesario”, “lo urgente”…

Busca  la alegría, la fortaleza, el encanto, la magia de sus propias vidas. Haz  lo que quieras, sé  más que lo que leas. No te conformes con lo escrito ni con las bellas imágenes.

No te conformes.

Aspiro a que algún día el Universo sea un gran cuento de permisos sin prescripciones, donde nadie juzgue que es “lo conveniente”, “lo necesario”, “lo urgente”… porque no habrá miedo en vivir historias nuevas con caminos inciertos que nos llevan a todas partes, o seres alados que nos prestan sus alas y nos invitan a que nuestro mundo sea el real por un día, un mes o eternidades.

¿Y tus alas?… ¿Dónde están tus alas?…¿Y tu sonrisa… la descontrolada y la que permanece?

Póntela ya mismo, porque ya es el tiempo… de salir a caminar sin paraguas, de embarrarse el alma, de ser el papalote y el hilo… y la mano que lo sueña…

Es el tiempo. Y estás invitado… invitada, a la vez que eres anfitrión y pueblo y director de escena. Sólo hace falta que comiences diciendo: “había una vez…”

Empecé este relato diciéndote que “soy cuentacuentos”, respondiendo a una pregunta que tal vez no hiciste… la de ¿quién soy?

Te  aseguro que es una pregunta muy difícil; intenta responderla… si quieres… no es un desafío.  Cuando juego con ella, con la pregunta, no puedo evitar dar una larga lista de posibilidades: mujer, escritora, madre, artista, panadera, feliz, luz… pero hoy digo con cierta soltura cercana a lo armonioso que me hace sonreír, que SOY CUENTACUENTOS.  Maravilloso inicio, intermedio y final, para todo lo que me hace disfrutar “mi lista”.

 

Presentarse en estos días parece ser una cosa difícil, aunque poder definirse debiera ser sencillo. Recuerdo haberme definido en mi último libro como: mujer, maga, madre, panade