Los 7 ejes

La Comunidad de Tantàgora

Estos son los siete ejes que consideramos primordiales para practicar la mediación literaria:

Escuchar. Una de las primeras vivencias literarias que experimentamos la mayor parte de las personas es haber crecido escuchando (para después repetir y, si es necesario, reinventar) el repertorio procedente de la literatura de tradición oral. Conocer y poder hacer uso de este repertorio beneficia a las orejas, ojos y corazones de las personas. El placer de la escucha, la posibilidad de tener contacto sonoro a textos bien dichos (muchos de ellos proceden del legado de las comunidades a las que pertenecemos, regados en buena parte por la lengua en la que nos comunicamos), bien leídos, a través del oído, contando o leyendo en voz alta, afina el gusto por la lengua. A leer se aprende con las orejas nos recuerda a Gustavo Martín Garzo.

Mirar. Miremos hacia adentro cuando imaginamos lo que escuchamos y leemos: nuestro almacén mental está lleno de imágenes. Miremos hacia afuera cuando absorbemos con los ojos el entorno y, teñido de sentimientos que nos impacta de diversa consideración y modo: nuestra galería visiva se hace cargo. Nos alimentamos de imágenes, palabras reales y también inventadas. Necesitamos una dieta rica en imágenes. Un adulto acogiendo, hablando, contando, leyendo en voz alta deja marca en la memoria visual.

Tocar. Entramos en contacto con el entorno a través de los dedos, de la piel. Buena parte de la literatura que consumimos reposa sobre un soporte (así sea una persona que canta o explica, así sea un objeto, libro o tableta); escuchamos la literatura pero también la exploramos con el tacto. Tanto si nos cantan o nos leen, como si nos adentramos en los libros nos beneficiamos: tocar, cobijarse, abrir, o reconocer a la persona u objeto que nos acerca literatura.

Hablar. Habla el mayor, habla el medio, y también habla el pequeño. Si no escucháramos no o haríamos y, menos aún, no sabríamos hacer uso del lenguaje articulado que nos caracteriza como humanos. El acceso al buen habla se estimula con la buena escucha y, claro, con un montón de oportunidades para decir, para argumentar, para describir, para definir, para expresar, para explicar, para relacionarse. De boca a oreja, ¡si hemos recibido cosas! ¡Y si hemos enviado!

Leer. Cuando leemos reconocemos, identificamos e imaginamos en colaboración con las orejas y los ojos, además de todos los demás sentidos. Sin embargo, ninguno de estos actos podría llevarnos a leer si no se practicaran periódica y repetidamente de la mano de personas convencidas de la importancia de la impregnación literaria desde los primeros años del niño. También quien lee en voz alta muestra su compromiso con lo que dice, declara su simpatía hacia quien la escucha y su estima hacia emisor de las palabras.

Escribir. Escribir, cómo dibujar, es dejar huella sobre algún soporte de forma más o menos permanente. Para ello, es necesario un elemento que deje rastro y una superficie que se deje marcar. Lo que dejamos suele tener mucho que ver con lo que hemos visto, imaginado, vivido, sentido, etc. Hay que procurar ofrecer ocasiones para expresar, para expresarnos.

Crear. Es la suma, el resultado de los verbos descritos más arriba, demostrando su existencia, dando testimonio de que son muy reales.

Haz una ojeada a La Micra, un compendio de creación literaria basado en los 7 ejes que hemos expuesto