Contar historias en danza
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Contar historias ha sido desde siempre territorio del arte de la palabra dicha o escrita, como lo es la literatura. Pero a nadie se le escapa que este territorio no sólo lo es de la literatura, sino que ha sido compartido también con otras artes. La construcción de un discurso forma parte de cualquier lenguaje artístico. Por muy abstracto que sea el lenguaje, al colocar un elemento al lado de otro surge una narración, y así cada disciplina artística ha generado una forma propia de contar.
¿Qué es una narración sino una serie de eventos enlazados en una línea de tiempo? Si hacemos el experimento de enlazar varias fotografías escogidas al azar, pronto el observador establecerá una trama entre las imágenes llenando los intervalos con la imaginación ya sea por semejanza o diferencia, por proximidad o lejanía, por asociación formal o conceptual. Esto es así cuando interviene el factor tiempo como en las artes llamadas “vivas”, entre las cuales se encuentran las más clásicas: el teatro, la música y la danza.
2.
En el siglo XIX, en la época del ballet romántico, donde las coreografías se creaban a partir del libreto que marcaba la línea de la narración, los pasos de danza sustituían literalmente a las palabras. Tanto la coreografía, como la música se ceñían estrictamente al libreto. Recordemos La Fille mal Gardé, La Silphide o Copélia. Una parte sustancial del planteamiento de la narración provenía de una dramaturgia que definía la sucesión de las acciones y los conflictos de los personajes. La narración estaba dictada por la forma dramática y con ella la música, el vestuario, el decorado, los movimientos, etc.
A principios del siglo XX, la revolución de las danzas de Isadora Duncan, o los Ballets Russes de Diaghilev con las coreografías de Fokine y sobre todo de Nijinsky, empieza un cambio radical tanto en la forma como en el contenido. Las formas de narrar desde la danza ya no son las mismas que las del ballet. La nueva danza busca formas renovadas que se acerquen más a la evocación simbólica o a la abstracción.
Durante la eclosión de la danza moderna, en Europa y EEUU en la primera mitad del siglo XX, la danza se define a sí misma como un arte en contra de la danza clásica y fundamenta su razón de ser en el movimiento. Si bien el color es la materia de la pintura y el sonido la materia de la música, el movimiento del cuerpo humano debe ser la materia de la danza. El arte coreográfico pasa de usar el nombre de ballet en el que sólo aparecen las formas clásicas, a usar la palabra “danza” que abarca muchas más formas de bailar.
La danza, según el nuevo paradigma, no tiene porque recurrir necesariamente a un guión dramático para narrar, sino que a partir de la manipulación de los factores puede crear el discurso narrativo.
Si el fundamento de la danza moderna es el movimiento, es prioritario analizar sus elementos constitutivos. La nueva mirada coreográfica analiza el movimiento para descubrir los factores que la constituyen y así construir otra manera de narrar. No se trata de usar un alfabeto de pasos, ni tampoco de aprender una nomenclatura al servicio de una trama. La nueva danza opera desde la manipulación de los factores del movimiento como son el tiempo y el espacio.
Los coreógrafos del siglo XX se vuelcan en una búsqueda constante, con el fin de reinventar el arte de la danza. Los movimientos coreográficos se suceden unos a otros, de modo que la danza moderna da paso a la danza post-moderna, para entrar en la danza contemporánea y eclosionar en todo tipo de hibridaciones posibles de técnicas y maneras artísticas de entender la coreografía como ocurre hoy en día, en donde el único punto de referencia es el estilo personal del coreógrafo.
El análisis del movimiento es clave para abastecer a la danza de un abanico de conceptos, recursos y herramientas para construir el discurso coreográfico. En este sentido las preguntas: ¿quién se mueve?, cuando se mueve?, ¿dónde se mueve?, ¿con quien o para quien se mueve? y ¿cómo se mueve? son esenciales para concretar el discurso coreográfico. Cada pregunta responde a aspectos conceptuales bien presentes en el movimiento del cuerpo humano.
¿Quién es el sujeto de la acción: todo el cuerpo o bien una parte? ¿Cuanto dura un movimiento? ¿Cuál es el lugar donde se realiza y qué forma toma un movimiento? ¿Cuál es la relación espacial entre los elementos en movimiento? ¿Qué cantidad de fuerza muscular hay que utilizar? Las respuestas a estas preguntas conducen a la famosa ecuación de la composición coreográfica: cuerpo / espacio / tiempo / energía.
La danza, según el nuevo paradigma, no tiene porque recurrir necesariamente a un guión dramático para narrar, sino que a partir de la manipulación de los factores puede crear el discurso narrativo. De esta manera la danza alcanza carta de independencia que le da la opción de dialogar de igual a igual con las otras artes como pueden ser las más clásicas: el arte dramático, la música, las artes plásticas; o bien otras más novedosas como: la fotografía, el cine, el vídeo, el arte multimedia y así mantener una cota de versatilidad nunca alcanzada hasta ese momento.
3.
El teatro es un arte en donde se narra distintamente de la danza y la música. El teatro es fundamentalmente el terreno de la palabra hablada. El flujo narrativo se conduce por el verbo emitido por la voz y a través de las palabras, sugiere o evoca imágenes, sentimientos, emociones, estados de ánimo o acciones. La música construye el discurso a base de sonidos enlazados dentro de un ritmo.
Contrariamente en danza, las acciones no se dicen, sino que se viven. El movimiento se repliega sobre el cuerpo que narra, en una acción reflexiva. Narrar en danza es moverse a si mismo viviendo en la propia carne la acción que se cuenta. Se asume el riesgo del protagonista, poniendo la carne “en vivo”. La acción del cuerpo se hace presente y por ende no hay narración sin su rotunda presencia. Pero el cuerpo en la danza no es suficiente.
Imaginemos que alguien (bailarín) entra en escena por la esquina del fondo. Se queda quieto hurgando el horizonte. Luego avanza hacia delante y dibuja con los brazos en el aire líneas casi invisibles, sin fuerza como flotando. Luego gira y avanza rápido hasta llegar a la esquina de delante. Alza una pierna, se desequilibra, cae, vuelve a girar todo el cuerpo rodando por el suelo encima de la espalda hasta proyectar el gesto del brazo hacia el fondo para impulsar el cuerpo hacia la salida. Justo en la esquina antes de salir, repite las mismas acciones que acabamos de percibir desde otro ángulo. Terminada la repetición desaparece dejando el espacio vacío.
Narrar en danza es moverse a si mismo viviendo en la propia carne la acción que se cuenta.
Esta pequeña secuencia muestra que el cuerpo y las acciones que realiza forman parte del discurso en una concatenación de secuencias cinéticas. Cuando el cuerpo avanza o retrocede, nos abre nuevos espacios, como si con el cambio de lugar explicara el camino para llegar a otro lugar. Cuando los brazos garabatean en el aire, las manos describen signos desconocidos de un código secreto que dejan una estela fugaz en nuestra memoria. Cuando este cuerpo gira, se cierra sobre su centro. El cuerpo pivota sobre el pie, la mano o la rodilla, para inmediatamente recuperar una nueva orientación en el espacio del entorno. Por un instante se ha replegado en su centro para equilibrar las fuerzas centrífuga y centrípeta, para proyectarse después hacia un punto del espacio del entorno. Cada giro representa abrir una ventana a un nuevo paisaje. Cuando el cuerpo cae, es porqué el centro de gravedad se desequilibra y se posa en el suelo. Cuando desde el suelo, la inercia se lleva al cuerpo a rodar sobre la espalda, otra vez surgen las fuerzas de rotación que lo engullen en la turbulencia del giro. Cuando surge el gesto del brazo, toda la fuerza de rodamiento se proyecta hacia una dirección que dibuja un camino y así el cuerpo recupera el equilibrio para empezar de nuevo la secuencia desde otro ángulo.
Cada uno de los movimientos como el trayecto, el giro, la caída del cuerpo o la gesticulación, crean expresiones distintas. Enlazados entre si, aparece una secuencia hecha de eslabones, que gracias a sus diferencias expresivas puede completarse infinitamente con otros movimientos como: arrastrarse, correr, flexionar, sentarse, saltar, torcer, etc., en un hilo narrativo continuo.
4.
En esta secuencia hay algo que huye de nuestra percepción pero que nos arrastra en su vivencia. Es un flujo constante que dura lo que los movimientos. Este flujo lo vivimos como la duración del movimiento ya sea un instante o infinitamente. Entre estos dos polos dibujamos una línea que se despliega continuamente y la identificamos con el tiempo.
Una acción es captada en el momento de producirse y se convierte en un recuerdo del pasado inmediato, puesto que el movimiento deja de existir una vez se ha ejecutado. En una narración literaria el tiempo puede ser explicado en forma de presente, pasado o futuro, pero en la danza sólo se narra por la acción que sucede en el momento para desvanecerse inmediatamente en la memoria del pasado. El bailarín crea el movimiento en el momento mismo que sucede.
Para que la narración no se diluya en la línea del tiempo, entre la duración perpetua y la instantaneidad, sólo nos queda la opción de dividir esta línea en fragmentos. Cada fragmento de tiempo establece una medición con la cual determina la fijación instantánea en la mirada, ya sea rápido o lento. Esta duración que determina la velocidad, puede ser corta o larga. La combinación de las duraciones constituirá el ritmo de la narración, como en la música.
El lenguaje de la danza se configura de acuerdo con el fraseo.
5.
Cuando el cuerpo modela su forma plástica, el discurso se hace visible a nuestros ojos. Cuando el cuerpo construye su forma, ésta resuena con el entorno y habla igual como la reverberación de un sonido que vibra en el espacio y nos informa de la distancia entre el punto de sonido y la distancia que recorre. El cuerpo y el espacio dialogan del mismo modo. El lugar donde se mueve el cuerpo es como una pantalla, que recoge la impresión del movimiento corporal como en un médium en el que las formas del cuerpo aparecen y diluyen en su devenir efímero.
El binomio entre el cuerpo y el espacio del entorno plantean un diálogo constante. El lugar donde sucede la acción dibuja un entramado entre la porción de espacio ocupada y la que queda vacía. La relación entre el espacio vacío y el espacio lleno irá cambiando en función de los lugares por donde va pasando el cuerpo. Entre la forma del cuerpo y el espacio circundante se plantea la verdadera narración en la danza. El cuerpo se aleja o se acerca? ¿Va a la derecha o a la izquierda?
El lenguaje de la danza se configura de acuerdo con el fraseo. Todos los aspectos mencionados, ofrecen un abanico de opciones que pueden articular el movimiento en forma de pequeñas unidades discretas, que una vez enlazadas constituyen un motivo coreográfico. Cada motivo puede comportar un número de ingredientes más o menos característico que lo hace específico. La repetición o no de los motivos conlleva una estructuración del lenguaje. La sucesión de motivos iguales, variados o diferentes establece a lo largo de la coreografía un código reconocible que construye el lenguaje del movimiento, verdadero cimiento de la narración.
6.
La danza es con la música una de las artes más versátiles y abstractas. En este sentido la narración de la danza puede usar cualquier recurso.
En el siglo XIX, la danza enraizada con el arte dramático y la música, creó un modo particular de narrar. Pero a partir de la revolución de la danza moderna se impuso la idea de que la materia de la danza era el movimiento y por ello el discurso coreográfico debía concretarse a partir de su análisis.
De ahí surgieron los elementos para construir otro modo de narrar: el cuerpo, el tiempo y el espacio. Ya no se trataba de enlazar pasos de danza, sino de enlazar movimientos.
La danza sustanciada por el movimiento, articulada desde los elementos que la configuran y complementada por otras artes, como la música, la caracterización del espacio escénico, el tratamiento de la luz, el vestuario de los bailarines, los elementos textuales, etc., establece la narración.

Agustí Ros i Vilanova
Actor, bailarín y coreográfo, profesor de danza y de escritura del movimento (sistema Laban). Licendiado en Arte Dramático (interpretación) por el Institut del Teatre de la Dip