¿Por qué es necesaria la lectura literaria en la escuela?
No existen fórmulas con las que desarrollar el gusto por la lectura en el ámbito escolar. Sin embargo, sí parece haber caminos por los que transitar para conocer las claves de lo que el mediador debe tener en cuenta para desarrollar hábitos de lectura en los más jóvenes. Conviene comenzar por la reflexión sobre qué puede aportar la lectura a la formación del individuo. Así, sin obviar la importancia de estudios como los de Salinas (2002), Bruner (1988) o Rosenblatt (2002), entre otros, y su insistencia en la necesidad de cultivar la lectura literaria con el fin de que el ciudadano pueda explicar la realidad que le rodea y explicarse a sí mismo, nos vamos a centrar en la obra de J. Wood (2016) Lo más parecido a la vida. En ella insiste el autor en la relación que se establece entre lectura y vida. Wood dedica un capítulo a lo que supone la labor del escritor y, por ende, la del lector. “Mirar en serio y caer en la cuenta”, así lo titula. La literatura supone leer el mundo de otro modo, centrarse en el detalle y proponer la metáfora como medio de comprensión de la realidad.
Los detalles son las historias; son enigmáticas historias en miniatura (…) Todos somos, en cierto modo, narradores y poetas internos y reescribimos una y otra vez nuestros recuerdos. (Wood, 2016:58)
Igual que la mejor literatura nos demanda que miremos con más atención, nos demanda que participemos en la transformación del tema por medio de la metáfora y de la imaginería. (Wood, 2016:73)
Con frecuencia he sentido que una comprensión esencialmente novelística de las motivaciones de la gente me ha ayudado en el mundo real a darme cuenta de lo que alguien quiere en realidad de mí, o de otra persona. (Wood, 2016:75)
Así pues, la lectura literaria se manifiesta como una herramienta para andar por el mundo, de tal manera que no se trata de un ornamento sino de una materia de carácter obligatorio porque quien aprende a andar por el mundo de la ficción, camina con mayor destreza por la realidad, como indicaba Pedro Salinas (2002). El contacto prolongado con la literatura desarrolla una mayor sensibilidad social porque el lector debe ponerse imaginativamente en el “lugar del otro”.
La literatura supone leer el mundo de otro modo, centrarse en el detalle y proponer la metáfora como medio de comprensión de la realidad.
Hablábamos del carácter obligatorio de la lectura literaria y entendemos que sería necesario revisar el discurso sobre la lectura vinculada al placer y la gratuidad. Así Daniel Pennac (1991) en su obra Como una novela presenta el “antimanual” en el que defiende la literatura desde los derechos del lector. Mencionaba Pennac (1991) la necesidad de eliminar el concepto de “obligatoriedad” que tanto había perjudicado a la formación de lectores. Convendría revisar aquellas ideas que definieron un punto de inflexión en lo que a educación literaria se refiere. El verbo leer no soporta el imperativo, pensaba Pennac (1991: 35). Quizá no fuera del todo cierto o, por lo menos, se debería matizar. O que el verbo leer no soporta no es tanto el imperativo como la falta de acompañamiento del mediador. A veces, la obligación no perjudica siempre que no dejemos solo al lector en formación en el camino del descubrimiento. Si así no fuera, grandes obras de la literatura como el Quijote serían hoy unas desconocidas para nosotros. Alguien en algún momento nos llevó a ellas de la mano.
La educación literaria y el álbum: Uno de los caminos
Resulta imprescindible, por tanto, considerar la educación literaria como una suerte de preparación para explicar a los otros y a uno mismo. Si los relatos, como estimaba Bruner (1988), moldean las estructuras cognitivas y afectivas del ser humano y son estas estructuras las que determinan el modo en que nos leemos y leemos el mundo en que habitamos, es esencial dotar a los niños de buenas obras y de las herramientas adecuadas para descifrarlas. Por otra parte, los relatos ayudan a dominar los errores y las sorpresas y vuelven menos extraordinarios los sucesos imprevistos al derivarlos del mundo habitual. Lo narrativo es esencial en la vida y desde el principio, el niño sabe apreciar las historias y defiende la forma estable de la historia de manera que el libro constituye un punto de referencia organizador y placentero. En este sentido, la calidad literaria es primordial. El lenguaje y el juego son los modos en los que el niño aprehende el mundo, tal como exponía Bruner (2002).
En este marco, el álbum constituye uno de los géneros más adecuados a lo que el lector infantil reclama en lo que se refiere a la estabilidad, al juego y al lenguaje como manera de “estar en el mundo”. Así definía el género Bárbara Bader (1976):
Un álbum ilustrado es texto, ilustraciones, diseño total; es obra de manufactura y producto comercial; documento social, cultural, histórico y, antes que nada, es una experiencia para los niños. Como manifestación artística, se equilibra en el punto de interdependencia entre las imágenes y las palabras, en el despliegue simultáneo de las páginas encontradas y en el drama de la vuelta a la página.
Sin embargo, un libro álbum no es sólo la interacción de texto e imágenes. También cuenta con una organización estrechamente vinculada a un soporte. Y este soporte es principalmente el libro como objeto. El libro álbum muestra una gran diversidad en sus realizaciones. Los materiales y el formato son particularmente variados, respondiendo por una parte a los usos y al público, y por otra parte, a las elecciones de la expresión. (Van der Linden, 2007; 2016). Se justifica así la relación que se establece entre álbum y formación de lectores en la línea de ofrecer discursos complejos a lectores que, en otros géneros, exigirían construcciones más simples. Por otra parte, el lector modelo que reclama esta propuesta tiene que ver con un lector activo que colabora en la construcción de sentidos, lo que en la promoción de hábitos lectores resulta totalmente necesario para generar un lector reflexivo (Chambers, 2008; Nodelman, 2010).
Lo narrativo es esencial en la vida y desde el principio, el niño sabe apreciar las historias y defiende la forma estable de la historia de manera que el libro constituye un punto de referencia organizador y placentero.
¿Desde dónde lee el mediador el álbum? La paradoja y la dualidad en la esencia del álbum ilustrado
La dualidad, en su concepción más general, constituye una de las características que justifica la complejidad del discurso literario infantil en todas sus instancias. Así P. Nodelman en uno de sus estudios emblemáticos, The Hidden Adult (2008), analizaba esta cualidad con el objeto de definir la especificidad de las obras infantiles en general y del álbum, en particular. Así el concepto de sombra textual, fundamentalmente aplicado a los libros ilustrados, se manifiesta como la principal clave de aproximación puesto que los textos aparentemente sencillos proyectan sombras complejas que dibujan dos vías de interpretación vinculadas un lector modelo dual, adulto y niño. La dualidad se extiende a la figura del narrador que refleja desde la focalización infantil la voz del adulto en la distancia de la tercera persona. Por otra parte, insiste Nodelman (2008) en la dualidad inherente desde los fundamentos de la creación puesto que el narrador es adulto y desde esa perspectiva construye un discurso dirigido a la infancia que, por definición, es una época de cambios. La infancia para Nodelman (2008) es estática y dinámica al mismo tiempo y se explica a través de la necesidad de crecer. Además, los acontecimientos se tiñen de la nostalgia adulta del paraíso perdido que ayuda a los receptores a ser críticos con el pensamiento adulto. En este sentido, la oposición entre el saber adulto y la inocencia infantil condiciona el discurso en cada uno de los detalles que se resuelven en relaciones ambivalentes. Ejemplo de ello es el hogar, elemento muy frecuente en los relatos infantiles, y metáfora de un espacio protector en el que los niños disfrutan de su infancia según las directrices de los adultos. En definitiva, la ambivalencia se manifiesta en lo que Nodelman denomina la esencia proyecto de la literatura infantil. Del mismo modo, P. Hunt (2001) hablaba con anterioridad de la aparente subversión que muestra el discurso literario infantil cuando contrapone los parámetros infantiles a los adultos para defender los primeros puesto que, en el fondo, como ocurre en la cultura popular, lo que se esconde es un extremo conservadurismo.
Es necesario que el mediador, sobre todo el mediador escolar, tenga en cuenta desde dónde debe leer el álbum para reparar en todos aquellos factores que, a simple vista, pueden pasar desapercibidos.
Atendiendo a los fundamentos de construcción del discurso literario infantil, esa dualidad se manifiesta de manera extrema en el libro álbum, de tal modo que Nodelman (2010: 24) atribuye a la ilustración en el álbum la proyección de la recepción adulta.
La ambivalencia que define el discurso literario infantil, en especial el álbum en cualquiera de sus modalidades, afecta a cualquiera de las instancias que intervienen en la construcción de sentido.
En esta línea, la literatura infantil se define como binaria y contradictoria y parece defender, como explicaba Nodelman (2010: 25), el paradigma adulto de lo infantil. En este aspecto, el álbum es ejemplar por la interacción entre imagen y palabra puesto que la dualidad existe ya en sus fundamentos de construcción. Así resulta de especial trascendencia la paradójica comunicación que se establece entre el autor como adulto y el reflejo de su concepción de la infancia en los personajes infantiles que diseña para un lector implícito también infantil, en principio. Se trata, en definitiva, de la vinculación entre autor implícito y lector implícito a través de la proyección del personaje.
Es necesario que el mediador, sobre todo el mediador escolar, tenga en cuenta desde dónde debe leer el álbum para reparar en todos aquellos factores que, a simple vista, pueden pasar desapercibidos. Toda obra infantil es paradójica por esencia, tanto de su proceso de creación como desde la recepción, puesto que, al fin y a la postre, el autor es un adulto que se dirige a un niño que, a su vez, es dirigido a la lectura por otro adulto. Es ahí donde radica la esencia de un proyecto dual, binario y paradójico como el de la literatura infantil. Conviene reflexionar sobre las obras que el mediador ofrece al lector infantil y sobre sus sombras textuales puesto que, las lecturas con las que el niño crecen forman parte de su identidad, como refería A. Berinardelli (2016).
Referencias bibliográficas
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BRUNER, J. (2002). Making Stories: Law, Literature, Life. Harvard: University Press.
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PENNAC, D. (2006). Como una novela. Barcelona: Anagrama.
ROSENBLATT, L. (2002). La literatura como exploración. México: Fondo de Cultura Económica.
SALINAS, P. (2002). El defensor. Madrid: Alianza Editorial.
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VAN DER LINDEN, S. (2016) Álbum[es], Barcelona: Ekaré.
WOOD, J. (2016). Lo más parecido a la vida. Lecciones sobre nuestro amor a los libros. Barcelona: Taurus,

Rosa Tabernero Sala
Rosa Tabernero Sala es profesora Titular del área de Didáctica de la Lengua y la Literatura de la Universidad de Zaragoza. Investigadora Responsable del Grupo de Investigación C